En una tribuna reciente publicada en Cinco Días, compartimos una reflexión serena sobre los cambios en la política arancelaria de EE. UU. Más allá de afinidades políticas, el mensaje central es claro: las reglas de juego deben ser previsibles y la reciprocidad debe guiar cualquier negociación. Cuando la comunicación es errática, la seguridad jurídica se resiente y las decisiones de inversión se posponen.
“Anunciar un arancel una mañana y suspenderlo o modificarlo al día siguiente no favorece la seguridad jurídica, ni la económica.”
Ideas clave de la tribuna
Reciprocidad como principio: es legítimo aspirar a marcos arancelarios justos y equivalentes entre socios comerciales, con períodos de adaptación razonables que eviten desequilibrios bruscos.
Negociación vs. ultimátum: resolver desajustes históricos no puede hacerse en meses; hacen falta procesos ordenados y plazos realistas si se quiere preservar relaciones estables.
Impacto empresarial bilateral: una “guerra comercial” desordenada perjudica a exportadores de ambos lados; la interdependencia de bienes y servicios entre EE. UU. y sus socios es muy elevada.
Inflación: riesgo acotado si prima la reciprocidad: con aranceles que convergen de forma simétrica, el efecto sería neutral en EE. UU. y ligeramente desinflacionista en países con superávit comercial.
Ejemplo del automóvil: igualar aranceles por abajo (p. ej., del 10% al 2,5% en Europa para coches estadounidenses) es una vía razonable cuando la reciprocidad es el objetivo.
“En una guerra comercial como la que estamos viendo… no hay países ganadores: todos perdemos.”
Puedes leer la tribuna al completo en: Cinco Días (link)